lunes, 16 de marzo de 2015

En el recuerdo para nunca volver a vivirlo...

 


Tal día como hoy, hace 7 años, el papa Juan Pablo II pidió perdón por la inactividad y silencio de muchos católicos durante el Holocausto judío. En 1933, la población judía de Europa era de aproximadamente 9.500.000 de personas, una cifra que representaba más del 60% de la población judía mundial del momento, estimada en 15.300.000 personas.

La mayoría de los judíos en la Europa anterior a la guerra residían en la Europa oriental, y las comunidades más grandes se encontraban en Polonia, con cerca de 3.000.000 de judíos; la parte europea de la Unión Soviética tenía 2.525.000; Rumanía 980.000, y los tres Estados bálticos tenían una población judía combinada de 255.000 personas (95.000 en Letonia, 155.000 en Lituania y 5.000 en Estonia).

En la Europa central, la comunidad judía más importante era la de Alemania, con unos 525.000 miembros; después venía Hungría, con 445.000, Checoslovaquia con 357.000 y Austria con 220.000. En los países occidentales la comunidad más grande era la de Gran Bretaña, con 300.000 judíos; Francia, con 220.000, y Holanda, con 160.000. En la Europa del sur, Grecia tenía la mayor comunidad, con 73.000 judíos; también había comunidades importantes en Yugoslavia (70.000), Italia (48.000) y Bulgaria (50.000).

Antes de la llegada del Nazismo al poder, en 1933, Europa tenía una cultura judía dinámica y altamente desarrollada. En poco más de una década, la mayor parte de Europa sería conquistada, ocupada o anexada por la Alemania nazi y la mayoría de los judíos (dos terceras partes) fueron asesinados.


Aproximadamente seis millones de judíos murieron en el Holocausto. Las comunidades judías de toda Europa fueron transformadas durante los doce años que duró el Tercer Reich. Muchos de los supervivientes tuvieron la determinación de abandonar Europa y comenzar una nueva vida en Israel o los Estados Unidos. Los cambios demográficos provocados por el Holocausto y por la emigración judía fueron asombrosos.

La población judía pasó de 9.500.000 de personas en 1933 a menos de 3.500.000 en 1945. En 1933, el 60% de la población judía vivía en Europa; en 1950, la mayoría de la población judía (51%) vivía en América (del Norte o del Sur), mientras que sólo una tercera parte de la población mundial continuaba viviendo en Europa.

Las comunidades judías de la Europa oriental fueron devastadas. En 1933, Polonia tenía la población judía más importante de Europa, superando los tres millones, mientras que en 1950 se había reducido a unas 45.000 personas. Lo mismo sucedió en Rumanía, que pasó de 980.000 a 280.000 personas, en el mismo período. La población judía checa se redujo de 357.000 personas en 1933 a 17.000 en 1950, y la de Austria de 220.000 a apenas 18.000.

En la Europa occidental, las comunidades más importantes continuaron siendo la de Gran Bretaña, con aproximadamente 450.000 judíos (300.000 en 1933) y Francia, con 235.000 personas (225.000 en 1933). En el sur de Europa, la población judía cayó dramáticamente: en Grecia pasó de 100.000 en 1933 a 7.000 en 1950; en Yugoslavia de 70.000 a 3.500; en Italia de 48.000 a 35.000, y en Bulgaria de 50.000 a 6.500, aunque la reducción de la población judía búlgara fue el resultado de la emigración de posguerra.

Antes de la toma del poder nazi, en 1933, Europa tenía una cultura judía vibrante y madura. Hacia 1945, la mayoría de los judíos europeos habían sido asesinados, y la mayoría de los supervivientes decidió abandonar Europa. Cientos de miles se establecieron en Israel, los Estados Unidos, Canadá, Australia, Gran Bretaña, América del Sur y Sudáfrica.

De acuerdo con el censo del 16 de junio de 1933, la población judía de Alemania, incluyendo la región del Sarre, que en aquellos momentos estaba bajo administración de la Liga de Naciones, era de aproximadamente 505.000 personas, de una población total de 67.000.000 (menos del 0.75%). Este número representaba una reducción de la cifra estimada de 523.000 judíos que vivían en Alemania en enero de 1933, una reducción que fue debida, en parte, a la emigración que siguió a la llegada al poder del nazismo; se estima que unos 37.000 judíos emigraron de Alemania durante 1933.


Aproximadamente el 80% (unas 400.000 personas) de los judíos de Alemania tenían la nacionalidad alemana. El resto eran mayoritariamente judíos de ciudadanía polaca, aunque muchos de ellos habían nacido en Alemania y tenían estatus de residentes permanentes.

Aproximadamente un 70% de los judíos en Alemania vivían en zonas urbanas, con un 50% viviendo en las diez ciudades alemanas más grandes. La comunidad más importante estaba en Berlín: unas 160.000 personas en 1925, aunque representaba menos del 4% de la población de la ciudad. Otras grandes comunidades judías estaban en Frankfurt am Main (26.000), Breslau (20.000), Hamburg (17.000), Colonia (15.000), Hannover (13.000) y Leipzig (12.000). Sin embargo, en 1933 una quinta parte de los judíos alemanes vivía aún en pequeñas ciudades.

Aunque a comienzos del siglo XIX la población judía alemana vivía mayoritariamente en zonas rurales y pequeñas ciudades, hacia 1900 la tendencia se había invertido y casi toda esa población, aunque no toda, vivía en grandes ciudades. Mientras el 60% de los judíos alemanes en 1910 vivían en zonas urbanas con más de 100.000 habitantes, en 1933 más del 70% residía en ciudades. Sólo el 10% vivía en zonas rurales, el 20% en pequeñas ciudades y pueblos. De acuerdo con el censo de 1925, 564.973 judíos vivían registrados en la República de Weimar, el 71.5% de ellos residiendo en la provincia alemana más grande, Prusia.

Se desarrolló una organización única en la Europa central, la Gemeinde (comunidad), que servía como punto focal para la vida judía alemana. Creada para centralizar las actividades locales judías, la Gemeinde abarcaba a todos los judíos del país, incluyendo a los no-ciudadanos alemanes. Estas comunidades, que durante la República de Weimar se convirtieron en corporaciones públicas, fueron convertidas en las interlocutoras del gobierno a la hora de organizar los asuntos comunales y religiosos de la comunidad judía: alquilaban rabinos y funcionarios religiosos, mantenían y construían sinagogas, establecían una serie de instituciones, entre ellas periódicos, asociaciones sociales, bibliotecas y fondos de caridad. Los impuestos recogidos por el gobierno en beneficio de los judíos o por la comunidad misma, eran destinados a mantener las actividades comunales.

Dentro de las Gemeinden, los judíos expresaban identidades comunitarias en diferentes formas: participación en movimientos juveniles, en el ámbito local, en grupos sionistas, nuevas escuelas judías, fraternidades estudiantiles, sociedades deportivas, bibliotecas judías, sociedades corales, artes visuales y museos judíos.

En el ámbito nacional, los judíos se organizaron en 1893 contra los ataques antisemitas, en la Unión Central de Ciudadanos alemanes de Fe Judía. Otras organizaciones, como la Asociación del Reich de Soldados del Frente judíos (más de 100.000 alemanes judíos sirvieron durante la Primera Guerra Mundial, y unos 12.000 cayeron en combate), o la Liga feminista de mujeres judías, fundada en 1904, indican las muchas formas de solidaridad étnica entre los judíos alemanes antes y después de la Primera Guerra Mundial.

Los intentos de promover un sentido de identidad judía en Alemania diferían en aspectos importantes de la vida asociativa judía en la Europa oriental. Los judíos alemanes no desarrollaron sindicatos y muy pocas asociaciones profesionales. Aunque muchos judíos individuales eran aclamados en actividades artísticas y culturales, como la música y el teatro, pocas veces se organizaban bajo auspicios judíos. 



Las carreras profesionales de los judíos alemanes diferían marcadamente de las de la población en general. Las prohibiciones históricas para ejercer muchas profesiones provocaron que los judíos estuvieran desproporcionadamente representados en algunas áreas de la economía, como el periodismo, el derecho, la medicina, etc. Concentrándose en un número reducido de profesiones, los judíos eran especialmente visibles a las críticas, a menudo violentas, de la República de Weimar. 

Mientras muchos judíos alemanes eran de clase media, una proporción significativa de los judíos que vivían en la República eran refugiados de la Europa oriental que hablaban yiddish, y tenían una existencia humilde como trabajadores industriales, artesanos o vendedores ambulantes. La hiperinflación de comienzos de los años 1920 y la Gran Depresión de los 1930, complicaron enormemente las vidas de la práctica totalidad de los judíos alemanes.

Cuando los nazis llegaron al poder, en 1933, los judíos vivían en prácticamente la totalidad de los países de Europa: más de nueve millones vivían en los 21 países que fueron ocupados por Alemania durante la Segunda Guerra Mundial.

Las poblaciones judías más grandes se concentraban en la Europa oriental, incluyendo Polonia, la Unión Soviética, Hungría y Rumanía, y muchos de ellos vivían en ciudades y pueblos predominantemente judíos, denominados shtetls. Estos judíos orientales vivían completamente separados, dentro de una cultura minoritaria: hablaban su propia lengua (yiddish, que combinaba elementos de alemán y hebreo), leían libros, iban al teatro y veían películas en yiddish. Aunque muchos jóvenes judíos en las grandes ciudades habían comenzado a adoptar formas modernas de integrarse y vestir, los más ancianos a menudo se vestían tradicionalmente.

En comparación, los judíos de la Europa occidental (Alemania, Francia, Italia, Holanda y Bélgica) tenían comunidades mucho menos importantes, y tendían a adoptar la cultura de sus vecinos no judíos. Se vestían y hablaban como sus homólogos no judíos y las prácticas religiosas y la cultura yiddish jugaban un papel mucho menos importante en sus vidas. Tenían una educación más formal que los judíos orientales y vivían en zonas predominantemente urbanas.



Los judíos “asimilados” podían ser encontrados en todos los aspectos de la vida diaria como agricultores, sastres, mano de obra, doctores, profesores, maestros, propietarios de empresas, etc. Esto llevó a la conclusión de que todos pertenecían a estos grupos, pero algunas familias tenían posibilidades económicas, mientras otras eran pobres.

A pesar de todas las diferencias, todas estas familias eran similares en un aspecto: hacia mediados de los años 1930, con la llegada al poder del nazismo en Alemania, se convirtieron en víctimas potenciales y sus vidas cambiaron para siempre.

Siempre condenaremos todo tipo de violencia contra los seres humanos y por eso nos unimos a las palabras de Juan Pablo II y a la filosofía de nuestro Papa Francisco... Paz, amor y unidad de todos los seres humanos. Hoy, mañana y siempre...
 
¡¡¡ QUE BAILE EL PAPA !!!

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